Singing Hatsune Miku -->

lunes, 2 de noviembre de 2015

[Secretos y Mentiras] Capítulo 1

Aquella noche después de las doce, de repente, los cuatro amigos se encontraban en un grupo de What'sApp creado por Gabi, otro amigo, perteneciente a un instituto muy lejano. Sólo tenían a la mitad de los contactos guardados.

Hayley había estado haciendo los deberes hasta tarde tranquilamente cuando su móvil comenzó a vibrar como loco. Lo cogió para encontrarse con unos cincuenta mensajes en menos de un minuto. El nombre del grupo era "Los asesinos" y el emoticono de una bomba.

Ya suponía sobre qué era exactamente.

Hayley: Pero que coño...

Gabi: JEILI GUAPA
Gabi: QUE TAL TODO

Hayley: Lol

Desconocido: Hola Hayley
Desconocido: Soy Mark
Desconocido: De los del norte

Hayley: Okay, ahora te guardo

Mark: Yeee :D xD

Hayley: xd
Hayley: Bueno, hoy no estoy muy de humor
Hayley: Mañana hablamos

Gabi: Oki

Mark: Bye

Silenció el grupo y dejó el teléfono móvil a un lado. No tenía ganas de hablar con nadie.

De repente, vibró otra vez, seguramente le habrían mandado un mensaje privado. Lo contestaría más tarde, solo esperaba que no fuese nada urgente. 

Acabó lo que tenía que hacer y se metió en la cama.

Vicky, Liam y Jason despertaron con más de dos mil mensajes nuevos. Solo el rubio se atrevió a leerlos todos y responder con un saludo. Al que nadie contestó porque eran las siete de la mañana.

Ese día la chica de ojos verdes le comunicó a la de ojos castaños que no podría ir a clase porque no se encontraba bien. Hayley tuvo la misión de transmitir el mensaje a los chicos.

A la hora del patio, mientras el rubio y el moreno jugaban al fútbol de todos los días, la más bajita se sentó en las gradas y les miró en silencio mientras se mordía las uñas. Y mientras pensaba en Vicky.

Aquel día había llegado un nuevo alumno al instituto, pero al parecer iba un curso abajo. Se llamaba Connor, y nada más llegar había pedido que le dejasen entrar en un equipo de fútbol. El de Jason fue el que decidió acogerlo.

Como querían comprobar cómo de bien se le daba el juego, quisieron hacer un mini partido. Para poder ver al nuevo decidieron sustituir a Liam, quien se sentó junto a Hayley.

—Hey —dijo el moreno mientras se acercaba a la castaña.

—Ho —respondió ella de la misma forma.

El más alto se sentó a su lado, y miraron cómo los demás comenzaban a preparase para seguir jugando. No tendrían mucho tiempo porque en nada sonaría el timbre. No podían creer que solo les dejasen media hora para descansar.

—¿Qué tal todo? —habló mientras observaban los movimientos de Connor.

—Bueno, normalito supongo —respondió ella.

—¿Mal de amores?

La chica alzó una ceja y le dirigió la mirada. Soltó una pequeña risa, una vacilante. —Puede —se encogió de hombros y miró al frente otra vez.

—¿Quieres hablar de ello?

—Nah —negó.

Liam tan solo estiró su brazo y rodeó a la chica, para luego atraerle hacia él y que ella recostase en su pecho, de forma sobre protectora. Era la mejor manera de brindarle su apoyo. Sabía que aunque le preguntase, respondería poco. Él la entendía, estaban pasando por lo mismo.

—El nuevo juega bien, ¿eh?

—Sí, incluso mejor que yo.

—Todos juegan mejor que tú —se burló.

—Qué puta que eres.

—Pero aun así me quieres, que lo sé yo.

—Claro que sí, enana —dijo con un falso sarcasmo.

Connor realmente jugaba muy bien, no se lo habían esperado. O quizá sí, pero no tanto.

Mientras tanto, Jason andaba bastante distraído, mirando cómo su mejor amigo abrazaba a su amada. No pensaba traicionarle, ¿no? El muy hijo de puta no podía hacer eso. Trató de alejar aquellos sentimientos negativos de su mente, también conocidos como celos.

Fue capaz de reaccionar rápido y coger el balón cuando gritaron su nombre, pero sólo por los pelos.

Liam se preguntó si la persona que le gustaba a Hayley era su mejor amigo. Y una pizca de celos, como los que sintió el rubio, recorrieron su cuerpo. Si era así, probablemente acabarían juntos. Como amigo se alegraría mucho por ellos, amaría verles juntos y felices. Pero en el fondo su corazón se haría añicos, como una botella de cristal aplastada por un camión de una tonelada.

Se tragó su corazón e intentó ayudarles, si podía.

—¿Sabes que a Jason le gustas?

La quinceañera se sorprendió bastante.

—Lol, ¿en serio?

—Sí, me lo contó ayer. ¿Es él de quien estás enamorada?

—Ay, joder, no. Lo siento. Es alguien muy diferente.

El moreno no sabía si estar aliviado o decepcionado. Se enfadó consigo mismo.

—Vaya... Qué pena, habríais hecho una buena pareja —mintió.

—¿Tú crees? No sé, no sé...

—¿Entonces quién es el afortunado?

"El", había dicho "el afortunado". Por supuesto, seguramente no se le hubiese pasado por la cabeza que aquella persona especial fuese una mujer y no un hombre.

—Algún día lo sabrás, pero ese día no es hoy —se rió. 

Liam suspiró y miró cómo jugaban otra vez.

De repente sintió como el cuerpo de la pequeña había comenzado a temblar. Estaba llorando. El moreno se puso nervioso. ¿Ahora qué?

Hayley estaba tan dolida que no pudo guardarse las lágrimas por mucho tiempo más. Le daba vergüenza llorar en público. Le hizo gracia ver los nervios de su amigo, pero no fue capaz de reírse.

—No llores, Hayley. Seguro que no es para tanto. Además, ¿has probado a decirle cómo te sientes? —trató de animarla.

Ella negó con la cabeza.

—Es demasiado tarde, a esa persona ya le gusta alguien más.

El timbre avisando que tenían que volver a clase sonó. Jason se acercó a ellos corriendo.

—Liam, hijo de puta, ¿por qué la has hecho llorar? —preguntó acusador— ¿Hayley, estás bien?

Ella sollozó un poco más y decidió que ya era hora de secar las lágrimas. Se tragó el nudo en su garganta, asintió y se levantó.

Liam le abrazó mientras que el rubio les miraba con los labios fruncidos, pero los otros dos no se dieron cuenta.

Mientras iban de vuelta, la castaña se paró frente al baño y les ordenó que siguiesen adelante, o llegarían tarde.

—Tío, ¿qué pasó exactamente?

El moreno suspiró, celoso de que su amado se preocupase por ella de un modo que jamás haría con él.

—Mal de amores, Jason. Nuestra peque está enamorada de alguien y no es correspondida.

El de ojos color cielo no dijo más, pero se preguntó quién era aquella persona que hacía sufrir así a Hayley. Deseaba que fuese él, pero lo dudaba. Los celos recorrieron sus venas de nuevo.

—¿Quién es?

—No lo sé, no me lo quiso contar.

—Puta vida.

La misma pregunta pasaba por su mente una y otra vez. ¿Quién era aquella persona que ocupaba la mente de su amada de tal modo que le hacía llorar?

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